Buda
[Siddharta Gautama]
Nació en la frontera entre Nepal y la India, cerca del
año 560 AC, y murió en India en el 480 AC.
Fue el fundador del budismo. Los
datos biográficos acerca de la vida de Buda son escasos y fragmentarios,
procedentes en su mayoría de tres grandes fuentes: los vinaya, los sutta-pitaka
y el buddhacarita de Asvaghosa, todos ellos textos posteriores a su
tiempo.
Por otro lado, en su biografía se mezclan distintas
leyendas y tradiciones, todo lo cual imposibilita el conocimiento exacto de
fechas y actos. Hay, sin embargo, cierto
consenso en ubicar el nacimiento de Buda en el seno de una familia de casta
elevada. Su padre, Suddhodana, era
monarca de los Sakya, clan de la región de Kapilavastu. A su madre, Maya, Buda no llegó a conocerla,
pues falleció una semana después de que él naciera.
Tras una infancia y una adolescencia propias de su
procedencia cortesana, Buda contrajo matrimonio con su prima Yasodhara, con
quien tuvo un hijo varón al que llamaron Rahula. A los veintinueve años, hastiado de su condición
principesca y muy afectado por los sufrimientos de sus semejantes, decidió
abandonar el palacio paterno para encontrar la causa del dolor humano y una vía
hacia la libertad.
Con este fin, Buda se entregó al ascetismo más riguroso,
del cual, sin embargo, no extrajo ningún conocimiento. Tras varios años de infructuosa meditación,
el día de luna llena de Vesakha (mayo del 523 AC) Buda se sentó bajo una
higuera sagrada en Uruvela, a orillas de un afluente del río Ganges, dispuesto
a no moverse de allí hasta alcanzar el verdadero conocimiento. Este le sobrevino durante la noche, una vez
superadas las tentaciones que para alejarlo de su fin dispuso el dios
Mara. Gautama obtuvo la iluminación y se
convirtió desde entonces en el Buda, que significa, El Iluminado. A partir de aquel instante, dedicó el resto
de su existencia a predicar el dharma, es decir, la doctrina o ley suprema de
todas las cosas.
Sus primeros discípulos fueron cinco ascetas, antiguos
compañeros suyos, ante quienes pronunció en Benarés su primer sermón, conocido
como Discurso sobre el Movimiento de la Rueda del Dharma, y en el cual Buda
explicó por vez primera la doctrina de las Cuatro Verdades. Estos cinco ascetas fueron los primeros
integrantes de la sangha («la comunidad»), la cual fue ampliándose durante los
siguientes años, dedicados íntegramente por Buda a la difusión de la nueva fe y
a la organización de la bhikku, la comunidad monástica del naciente budismo.
Tras escapar de un intento de asesinato a manos de su
primo Devadatta, acontecido ocho años antes de su muerte, y conseguida la
conversión de su esposa y su hijo a la nueva doctrina, Buda enfermó de
disentería, dolencia que le produjo la muerte a los ochenta años de edad. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas y
reliquias, que con el tiempo fueron objeto de culto, se repartieron entre sus
discípulos más avanzados o fueron encerradas en diez stupas o monumentos
funerarios.
Buda no dejó ninguna obra escrita. Sus enseñanzas se transmitieron oralmente
hasta su transcripción, cuatro siglos después, en el Canon Pali. La nueva doctrina revelada por él otorgaba un
papel secundario al conjunto de divinidades, estaba abierta a los miembros de
todas las clases sociales y defendía que el ser está sometido al samsara (la
rueda de los nacimientos y las muertes), en movimiento hasta que la acción
(karma) no la detenga. Por karma se
entiende que es el destino de un ser vivo condicionado por los actos realizados
en sus vidas anteriores.
De este planteamiento inicial surgen las Cuatro Verdades Nobles:
el mundo es sufrimiento; éste deriva de los deseos humanos; el único camino
hacia la salvación pasa por la renuncia voluntaria al deseo; la salvación se
consigue por medio de ocho principios nobles.
Estos son: la comprensión recta, el pensamiento recto, la palabra recta,
la acción recta, el medio de existencia recto, el esfuerzo recto, la atención
recta y la concentración recta. Cuando
el ser humano los aplica se consigue la vía media, que abre las puertas a una
existencia equilibrada. El objetivo
final de la existencia es el nirvana, al cual se llega tras el agotamiento del
karma y de la perenne cadena de las reencarnaciones.
Basado en texto de:
www.terra.es/personal8/biografia
y www.britannica.com
Algunas de sus historias
Anciana
Mendiga
En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada
―Confiar en la Alegría‖. Esta mujer observaba cómo reyes, príncipes
y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría
gustado más que poder hacer ella lo mismo. Así
pues, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había
conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco,
pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada. Sin embargo,
al saber que quería el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y
le dio lo que quería. La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió
una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras le expresaba este deseo:
– No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula
lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida
con la lámpara de la sabiduría. Pueda yo liberar a todos los seres de sus
tinieblas. Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a la iluminación‖ A lo
largo de la noche se agotó el aceite de todas las demás lamparillas,
pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó. Maudgalyayana, discípulo
de Buda, para retirarlas. Al ver que aquella todavía estaba encendida, llena de
aceite y con una mecha nueva, pensó: ‖No hay motivo para que esta lámpara permanezca
encendida durante el día‖, y trató de apagarla de un soplido. Pero la lámpara
continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando.
Trató de extinguirla con su túnica, pero aun así siguió ardiendo.
El Egoísmo
El primer ministro de la dinastía Tangera un héroe
nacional por su éxito como estadista y líder militar. Pero a pesar de su fama, poder, y
riqueza, se consideraba a sí mismo como un humilde y devoto budista. Visitaba
a menudo a su maestro preferido de Zen para estudiar bajo su instrucción,
y parecían llevarse muy bien. El hecho de que era primer ministro no tenía,
aparentemente, ningún efecto en su relación, la cual parecía ser simplemente
una de un reverendo maestro y un respetuoso estudiante. Un día, durante su
usual visita, el primer ministro le preguntó al maestro, "Su
Reverencia, según el Budismo ¿qué es el egoísmo?". La cara del maestro se
puso roja, y en un tono de voz muy condescendiente e insultante, increpó a modo
de respuesta, "¿¡Qué clase de pregunta estúpida es ésa!?".Esta
imprevista respuesta conmocionó tanto al primer ministro que llegó a
fruncir el ceño y a enfadarse. Entonces el maestro de Zen sonrió y dijo,
"ÉSTO, Su Excelencia, es egoísmo.
Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo:
– ¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No
podrías ni siquiera moverla, y mucho menos apagarla. Siderramaras toda el agua
del océano sobre ella, no se apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del
mundo no bastaría para extinguirla.
– ¿Por qué no?
– Porque esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza
de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.
Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó, y él profetizó que en el
futuro llegaría a convertirse en un buda
perfecto llamado ―Luz de la lámpara‖. Así pues, es nuestra motivación,
ya sea buena o mala, la que determina el fruto de nuestros actos. Shantideva dijo:"Toda la
dicha que hay en este mundo, Toda proviene de desear que los demás
sean felices; Y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
Todo proviene de desear ser feliz yo‖
Puesto que la ley del karma es inevitable e infalible, cada vez que
perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada
vez que les proporcionamos felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad
futura.
INTELIGENCIA.
Usa tu inteligencia para buscar las cosas donde están y no donde no
están, incluso si está oscuro. Busca dentro de tí. Una tarde la gente vio a
Rabiya buscando algo en la calle frente a su choza. Todos se acercaron
a la pobre
anciana,‖¿Qué pasa?‖
-le preguntaron-
‖¿qué estás buscando?‖.―Perdí mi aguja‖, dijo ella. Y todos la
ayudaron a buscar la. Pero alguien le preguntó: ―Rabiya, la calle es larga,
pronto no habrá más luz. Una aguja es algo muy pequeño ¿porqué no nos dices
exactamente dónde se te cayó?‖.―Dentro de mi casa‖, dijo Rabiya.―¿Te has vuelto loca?‖ -preguntó la gente-
‖Si la aguja se te ha caído dentro de tu casa, ¿porqué la buscas aquí
afuera?‖.―Porque aquí hay luz, dentro de la casa no Hay‖.―Pero aún
habiendo luz, ¿cómo podremos encontrar la aguja aquí si no es aquí donde la has
perdido? Lo correcto sería llevar una lámpara a la casa y buscar allí la
aguja‖.
Y Rabiya se
rió. ―Sois tan inteligentes para las cosas pequeñas ¿cuándo vais a
utilizar esta inteligencia para vuestra vida interior?
Os he visto a todos buscando afuera y yo sé perfectamente bien, lo
sé por mi propia experiencia que lo que buscáis está perdido dentro. Usad
vuestra inteligencia ¿porqué buscáis la felicidad en el mundo externo? ¿Acaso
lo habéis perdido allí?‖.Se quedaron sin palabras y Rabiya desapareció dentro
de su casa.
Ni
tú ni yo somos los mismos
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él
comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro
y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto amatarlo. Cierto día que el
Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada
roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin
embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su
objetivo. El Buda se dio cuenta de los sucedido y permaneció impasible, sin
perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con suprimo y
lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó: -¿No estás
enfadado, señor?-No, claro que no. sin salir de su asombro, inquirió:-¿Por qué?
Y el Buda dijo:-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya
el que estaba allí cuando fue arrojada. El Maestro dice: Para el que sabe ver,
todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable.
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