miércoles, 30 de enero de 2013

EL HOMBRE QUE CALCULABA CAPITULO 16


LECTURA DEL 11 AL 15 DE FEBRERO DE 2013
EL HOMBRE QUE CALCULABA


CAPITULO XVI 
Donde se cuenta la famosa leyenda sobre el origen del juego del ajedrez, que Beremiz Samir, el Hombre que Calculaba, narra al Califa de Bagdad, Al-Motacén Billah, Emir de los Creyentes.
Difícil será descubrir, dada la incertidumbre de los documentos antiguos, la época precisa en que vivió y reinó en la India un príncipe llamado ladava, señor de la provincia de Taligana. Sería, sin embargo, injusto ocultar que el nombre de dicho monarca es señalado por varios historiadores hindúes como uno de los soberanos más ricos y generosos de su tiempo.
La guerra, con su cortejo fatal de calamidades, amargó la existencia del rey ladava, transformando el ocio y gozo de la realeza en otras más inquietantes tribulaciones. Adscrito al deber que le imponía la corona, de velar por  la tranquilidad de sus súbditos, nuestro buen y generoso monarca se vio obligado a empuñar la
espada para rechazar, al frente  de su pequeño ejército, un ataque insólito y brutal del aventurero Varangul, que se hacía llamar príncipe de Calián.
El choque violento de las fuerzas rivales cubrió de cadáveres los campos de Dacsina, y ensangrentó las aguas sagradas del río Sabdhu. El rey ladava poseía, según lo que de él nos dicen los historiadores, un talento militar no frecuente. Sereno ante la inminente invasión, elaboró un plan de batalla, y tan hábil y tan feliz fue al ejecutarlo, que logró vencer y aniquilar por completo a los pérfidos perturbadores de la paz de su reino. El triunfo sobre los fanáticos de Varangul le costó desgraciadamente duros sacrificios. Muchos jóvenes xatrias pagaron con su vida la seguridad del trono y el prestigio de la dinastía. Entre los muertos, con el pecho atravesado por una flecha, quedó en el campo de combate el príncipe Adjamir, hijo del rey ladava, que se sacrificó patrióticamente en lo  más encendido del combate para salvar la posición que dio a los suyos la victoria.
Terminada la cruenta campaña y  asegurada la nueva línea de fronteras, regresó el rey a su suntuoso palacio de Andra. Impuso sin embargo la rigurosa prohibición de celebrar el triunfo con las ruidosas manifestaciones con que los hindúes solían celebrar sus victorias. Encerrado en sus aposentos, sólo salía de ellos para oír a sus ministros y sabios brahmanes cuando algún grave problema lo llamaba a tomar decisiones en interés de la felicidad de sus súbditos.
Con el paso del tiempo, lejos de apagarse los recuerdos de la penosa campaña, la angustia y la tristeza del rey se fueron agravando. ¿De qué le servían realmente sus ricos palacios, sus elefantes de guerra, los tesoros inmensos que poseía, si ya no tenía a su lado a aquél que había sido siempre la razón de ser de su existencia? ¿Qué valor podrían  tener a los ojos de un padre inconsolable las riquezas materiales que no apagan nunca la nostalgia del hijo perdido?
El rey no podía olvidar las peripecias de la batalla en que murió Adjamir. El desgraciado monarca se pasaba horas y horas trazando en una gran caja de arena las maniobras ejecutadas por sus tropas durante el asalto. Con un surco indicaba la marcha de la infantería; al otro lado, paralelamente, otro trazo mostraba el avance de los elefantes de guerra. Un poco más abajo, representada por perfilados círculos dispuestos con simetría, aparecía la caballería mandada por un viejo  radj, que decía gozar de la protección de Techandra, diosa
de la Luna. Por medio de otras líneas esbozaba el rey la posición de las columnas enemigas desventajosamente colocadas, gracias a su estrategia, en el campo en que se libró la batalla decisiva.
Una vez completado el cuadro de los combatientes con todas las menudencias que recordaba, el rey borraba todo para empezar de nuevo, como si sintiera el íntimo gozo de revivir los momentos
pasados en la angustia y la ansiedad. A la hora temprana en que llegaban al palacio los viejos brahmanes
para la lectura de los Vedas, ya el rey había trazado y borrado en su cajón de arena el plano de la batalla que se reproducía interminablemente.
-¡Desgraciado monarca!, murmuraban los sacerdotes afligidos.
Obra como un sudra a quien Dios privara de la luz de la razón. Sólo Dhanoutara, poderosa y clemente, podría salvarlo. Y los brahmanes rezaban por él,  quemaban raíces aromáticas implorando a la eterna celadora de los enfermos que amparase al soberano de Taligana. Un día, al fin, el rey fue informado de que un joven brahmán -pobre y modesto- solicitaba audiencia. Ya antes lo había intentado varias veces pero el rey se negaba siempre alegando que no estaba en disposición de ánimo para recibir a nadie.

Pero esta vez accedió a la petición y mandó que llevaran a su presencia al desconocido.
Llegado a la gran sala del trono, el brahmán fue interpelado, conforme a las exigencias de ritual, por uno de los visires del rey.
-¿Quién eres? ¿De dónde vienes?  ¿Qué deseas de aquel que por voluntad de Vichnú es rey y señor de Taligana? -Mi nombre, respondió el joven brahmán, es Lahur Sessa y procedo de la aldea de Namir que dista treinta días de marcha de esta hermosa ciudad. Al rincón donde vivía llegó la noticia de que
nuestro bondadoso señor pasaba sus días en medio de una profunda tristeza, amargado por la ausencia del hijo que le había sido arrebatado por la guerra. Gran mal será para nuestro país, pensé, si nuestro noble soberano se encierra en sí mismo sin salir de su palacio, como un brahmán ciego entregado y a su propio dolor.
Pensé, pues, que convenía inventar un juego que pudiera distraerlo y abrir en su corazón las puertas de nuevas alegrías. Y ese es el humilde presente que vengo ahora a ofrecer a nuestro rey ladava.
Como todos los grandes príncipes citados en esta o aquella página de la historia, tenía el soberano hindú el grave defecto de ser muy curioso. Cuando supo que el joven brahmán le ofrecía como presente
un nuevo juego desconocido, el rey  no pudo contener el deseo de verlo y apreciar sin más demora aquel obsequio. Lo que Sessa traía al rey ladava era un gran tablero cuadrado dividido en sesenta y cuatro cuadros o casillas iguales. Sobre este tablero se colocaban, no arbitrariamente, dos series de piezas que se
distinguían una de otra por sus colores blanco y negro. Se repetían simétricamente las formas ingeniosas de las figuras y había reglas curiosas para moverlas de diversas maneras.
Sessa explicó pacientemente al rey, a los visires y a los cortesanos que rodeaban al monarca, en qué consistía el juego y les explicó las reglas esenciales:
-Cada jugador dispone de ocho  piezas pequeñas: los "peones".
Representan la infantería que se dispone a avanzar hacia el enemigo para desbaratarlo. Secundando la acción de los peones, vienen los "elefantes de guerra", representados por piezas mayores y más
poderosos. La "caballería", indispensable en el combate, aparece igualmente en el juego simbolizada por dos piezas que pueden saltar como dos corceles sobre las otras. Y, para intensificar el ataque, se
incluyen los dos "visires" del rey, que son dos guerreros llenos de nobleza y prestigio. Otra pieza, dotada de amplios movimientos, más eficiente y poderosa que las demás, representará el espíritu de nacionalidad del pueblo y se llamará la "reina". Completa la colección una pieza que aislada vale poco pero que es muy fuerte cuando está
amparada por las otras. Es el "rey".
El rey Iadava, interesado por las reglas del juego, no se cansaba de interrogar al inventor:
-¿Y por qué la reina es más fuerte y más poderosa que el propio rey?
-Es más poderosa, argumentó Sessa, porque la reina representa en este juego el patriotismo del pueblo. La mayor fuerza del trono reside principalmente en la exaltación de sus súbditos. ¿Cómo iba a poder
resistir el rey el ataque de sus  adversarios si no contase con el espíritu de abnegación y sacrificio de los que le rodean y velan por la integridad de la patria?
Al cabo de pocas horas, el monarca, que había aprendido con rapidez todas las reglas del juego, lograba ya derrotar a sus visires en una partida impecable.
Sessa intervenía respetuoso de cuando en cuando para aclarar una duda o sugerir un nuevo plan de ataque o de defensa. En un momento dado observó el rey, con gran sorpresa, que la posición de las piezas, tras las  combinaciones resultantes de los diversos lances, parecía reproducir exactamente la batalla de Dacsina.
-Observad, le dijo el inteligente brahmán, que para obtener la victoria resulta indispensable el sacrificio de este visir...
E indicó precisamente la pieza que el rey Iadava había estado a lo largo de la partida defendiendo o preservando con mayor empeño. El juicioso Sessa demostraba así que el sacrificio de un príncipe
viene a veces impuesto por la fatalidad para que de él resulten la paz y la libertad de un pueblo.
Al oír tales palabras, el rey ladava, sin ocultar el entusiasmo que embargaba su espíritu, dijo: -¡No creo que el ingenio humano pueda producir una maravilla comparable a este juego tan interesante e instructivo! Moviendo estas piezas tan sencillas, acabo de aprender que un rey nada vale sin el auxilio y la dedicación constante de sus súbditos, y que a veces, el sacrificio de un simple peón vale tanto como la pérdida de
una poderosa pieza para obtener la victoria. Y dirigiéndose al joven brahmán, le dijo:
-Quiero recompensarte, amigo mío, por este maravilloso regalo que tanto me ha servido para el alivio de mis viejas angustias. Dime, pues, qué es lo que deseas, dentro de lo que yo pueda darte, a fin de demostrar cuán agradecido soy a quienes se muestran dignos de recompensa.
Las palabras con que el rey expresó su generoso ofrecimiento dejaron a Sessa imperturbable. Su  fisonomía serena no reveló la menor agitación, la más insignificante muestra de alegría o de sorpresa. Los visires le miraban atónitos y pasmados ante la apatía del brahmán. -¡Poderoso señor!, replicó el  joven mesuradamente pero con orgullo. No deseo más recompensa por el presente que os he traído,
que la satisfacción de haber proporcionado un pasatiempo al señor de Taligana a fin de que con él alivie las horas prolongadas de la infinita melancolía. Estoy pues sobradamente recompensado, y cualquier otro
premio sería excesivo.
Sonrió desdeñosamente el buen soberano al oír aquella respuesta que reflejaba un desinterés tan raro entre los ambiciosos hindúes, y no creyendo en la sinceridad de las palabras de Sessa, insistió: -Me causa asombro tanto desdén y desamor a los bienes materiales, ¡oh joven! La modestia, cuando es excesiva, es como el viento que apaga la antorcha y ciega al viajero en las tinieblas de una noche interminable. Para que pueda  el hombre vencer los múltiples obstáculos que la vida le presenta, es preciso tener el espíritu preso
en las raíces de una ambición que lo impulse a una meta. Exijo por tanto, que escojas sin demora una  recompensa digna de tu valioso obsequio. ¿Quieres una bolsa llena de oro? ¿Quieres un arca repleta
de joyas? ¿Deseas un palacio? ¿Aceptarías la administración de una provincia? ¡Aguardo tu respuesta  y queda la promesa ligada a mi palabra!
-Rechazar vuestro ofrecimiento tras lo que acabo de oír, respondió Sessa, sería menos descortesía que desobediencia. Aceptaré pues la recompensa que ofrecéis por el juego que inventé. La recompensa
habrá de corresponder a vuestra generosidad. No deseo, sin embargo, ni oro, ni tierras, ni  palacios. Deseo mi recompensa en granos de trigo.
-¿Granos de trigo?, exclamó el rey sin ocultar su sorpresa ante tan insólita petición. ¿Cómo voy a pagarte con tan insignificante moneda?
-Nada más sencillo, explicó Sessa.  Me daréis un grano de trigo para la primera casilla del tablero; dos para la segunda; cuatro para la tercera; ocho para la cuarta; y así, doblando sucesivamente hasta la sexagésima y última casilla del tablero. Os ruego, ¡oh rey!, de acuerdo con vuestra magnánima oferta, que autoricéis el pago en granos de trigo tal como he indicado…
No solo el rey sino también los visires, los brahmanes, todos los presentes se echaron a reír strepitosamente al oír tan extraña petición. El desprendimiento que había dictado tal demanda era en verdad como para causar asombro a quien menos apego tuviera a los lucros materiales de la vida. El joven brahmán, que bien había podido lograr del rey un palacio o el gobierno de una provincia, se contentaba con granos de trigo.
-¡Insensato!, exclamó el rey. ¿Dónde aprendiste tan necio desamor a la fortuna? La recompensa que me pides es ridícula. Bien sabes que en un puñado de trigo hay un número incontable de granos. Con dos
o tres medidas te voy a pagar sobradamente, según tu petición de ir doblando el número de granos a  cada casilla del tablero. Esta recompensa que pretendes no llegará ni para distraer durante unos días el hambre del último paria de mi reino. Pero, en  fin, mi palabra fue dada y voy a hacer que te hagan el pago nmediatamente de acuerdo con tu deseo.
Mandó el rey llamar a los algebristas más hábiles de la corte y ordenó que calcularan la porción de trigo que Sessa pretendía. Los sabios calculadores, al cabo de unas horas de profundos estudios, volvieron al salón para someter al rey el resultado completo de sus cálculos. El rey les preguntó, interrumpiendo la partida que estaba jugando:
-¿Con cuántos granos de trigo voy a poder al fin corresponder a la promesa que hice al joven Sessa?
-¡Rey magnánimo!, declaró el más sabio de los matemáticos. Calculamos el número de granos de trigo y obtuvimos un número cuya magnitud es inconcebible para la imaginación humana. Calculamos en seguida con el mayor rigor cuántas  ceirascorrespondían a ese número total de granos y llegamos a la siguiente
conclusión: el trigo que habrá que darle a Lahur Sessa equivale a una montaña que teniendo por base la  ciudad de Taligana se alce cien veces más alta que el Himalaya. Sembrados todos los campos de la
India, no darían en dos mil siglos la cantidad de trigo que según vuestra promesa corresponde en derecho al joven Sessa. ¿Cómo describir aquí la sorpresa y el asombro que estas palabras causaron al rey Iadava y a sus dignos visires? El soberano hindú se veía por primera vez ante la imposibilidad de cumplir la palabra dada. Lahur Sessa –dicen las crónicas de aquel tiempo- como buen súbdito no quiso afligir más a su soberano. Después de declarar públicamente que olvidaba la petición que había hecho y liberaba al
rey de la obligación de pago conforme a la palabra dada, se dirigió respetuosamente al monarca y habló así:
-Meditad, ¡oh rey!, sobre la gran verdad que los brahmanes prudentes tantas veces dicen y repiten; los hombres más inteligentes se obcecan a veces no solo ante  la apariencia engañosa de los números sino también con la falsa modestia de los ambiciosos. Infeliz aquel que toma sobre sus hombros el compromiso de una deuda cuya magnitud no puede valorar con la  tabla de cálculo de su propia inteligencia. ¡Más inteligente es quien mucho alaba y poco promete! Y tras ligera pausa, añadió: -¡Menos aprendemos con la ciencia vana de los brahmanes que con la experiencia directa de la vida y de sus lecciones constantes, tantas
veces desdeñadas! El hombre que más vive, más sujeto está a las inquietudes morales, aunque no las quiera. Se encontrará ahora triste, luego alegre, hoy fervoroso, mañana tibio; ora activo, ora perezoso; la compostura alternará con la liviandad. Sólo el verdadero sabio instruido en las reglas espirituales se eleva por encima de esas vicisitudes y por encima de todas las alternativas. Estas inesperadas y tan sabias palabras penetraron profundamente en el espíritu del rey. Olvidando la montaña de trigo que sin querer
había prometido al joven brahmán, le nombró primer visir. Y Lahur Sessa, distrayendo al rey con ingeniosas partidas e ajedrez y orientándolo con sabios y prudentes consejos, prestó los más señalados beneficios al pueblo y al país, para mayor seguridad del trono y mayor gloria de su patria. Encantado quedó el califa Al-Motacén cuando Beremiz concluyó la historia del juego de ajedrez. Llamó al jefe de los escribas y
determinó que la leyenda de Sessa fuera escrita en hojas especiales de algodón y conservada en valioso cofre de plata. Y seguidamente el generoso soberano deliberó acerca de si entregaría al Calculador un manto de honor o cien cequíes de oro. “Dios habla al mundo por mano de los generosos”.
A todos causó gran alegría el acto de magnanimidad del soberano de Bagdad. Los cortesanos que permanecían en el salón eran amigos del visir Maluf y del poeta Iezid. Oyeron pues con simpatía las
palabras del hombre que Calculaba. Beremiz, después de agradecer al soberano los presentes con que
acababa de distinguirle, se retiró del salón. El Califa iba a iniciar el estudio y juicio de diversos casos, a oír a los honrados cadíes y a emitir sus sabias sentencias.
Salimos del palacio al anochecer. Iba a empezar el mes de Chaband.

martes, 22 de enero de 2013

TANTO GUSTO


Tanto Gusto
Fernando Savater  

Imagínate que alguien te informa de que tu amigo Fulanito o tu amiga Zutanita han sido detenidos por «conducta inmoral» en la vía pública. Puedes estar seguro de que su «inmoralidad» no ha consistido en saltarse un semáforo en rojo, o en haber dicho a alguien una mentira muy gorda en plena calle, ni tampoco es que hayan sustraído una cartera aprovechando las apreturas urbanas. Lo más probable es que el salido de
Fulanito se dedicase a palmear con rudo aprecio el trasero de las mejores jamonas que se fueran cruzando en su camino o que la descocada de Zutanita, tras unas cuantas copas, se haya empeñado en mostrar a los viandantes que su anatomía nada tiene que envidiar a la de Sabrina o Marta Sánchez. Y si alguna persona de las llamadas «respetables» (¡como si el resto de las personas no lo fuesen!) te anuncia en tono severo que tal o cual película es «inmoral», ya sabes que no se refiere a que aparezcan varios asesinatos en la pantalla o a
que los personajes ganen dinero por medios poco limpios sino a... bueno, tú ya sabes a lo que se refieren.
Cuando la gente habla de «moral» y sobre todo de «inmoralidad», el ochenta por ciento de las veces -y seguro que me quedo corto- el sermón trata de algo referente al sexo. Tanto que algunos creen que la moral se dedica ante todo a juzgar lo que la gente hace con sus genitales. El disparate no puede ser mayor y supongo que por poca atención que le hayas dedicado a lo que te vengo diciendo hasta ahora ya no se te ocurrirá compartirlo. En el sexo, de por sí, no hay nada más «inmoral» que en la comida o en los paseos por el campo; claro que alguien puede comportarse inmoralmente en el sexo (utilizándolo para hacer daño a otra persona, por ejemplo), lo mismo que hay quien se come el bocadillo del vecino o aprovecha sus paseos para planear atentados terroristas. Y por supuesto, como la relación sexual puede llegar a establecer vínculos muy poderosos y complicaciones afectivas muy delicadas entre  la gente, es lógico que se consideren especialmente los miramientos debidos a los semejantes en tales casos. Pero, por lo demás, te digo rotundamente que en lo que hace disfrutar a dos y no daña a ninguno no hay nada de malo. El que de veras está «malo» es quien cree que hay algo de malo en disfrutar... No sólo es que «tenemos» un cuerpo, como suele decirse (casi con resignación), sino que somos un cuerpo, sin cuya satisfacción y bienestar no hay vida buena que valga. El que se avergüenza de las capacidades gozosas de su cuerpo es tan bobo como el que se avergüenza de haberse aprendido la tabla de multiplicar.
Desde luego, una de las funciones indudablemente importantes del sexo es la procreación. ¡Qué te voy a contar a ti, que eres hijo mío! Y es una consecuencia que no puede ser tomada a la ligera, pues impone obligaciones ciertamente éticas: repasa, si no te acuerdas, lo que te he contado antes sobre la responsabilidad como reverso inevitable de la libertad. Pero la experiencia sexual no puede limitarse simplemente a la función procreadora. En los seres humanos, los dispositivos naturales para asegurar la
perpetuación de la especie tienen siempre otras dimensiones que la biología no parece haber previsto. Se les añaden símbolos y refinamientos, invenciones preciosas de esa libertad sin la que los hombres no seríamos hombres.
Es paradójico que sean los que ven algo de «malo» o al menos de «turbio» en el sexo quienes dicen que dedicarse con demasiado entusiasmó a él animaliza al hombre.  La verdad es que son precisamente los animales quienes sólo emplean el sexo para procrear, lo mismo que sólo utilizan la comida para alimentarse o el ejercicio físico para conservar la salud; los humanos, en cambio, hemos inventado el erotismo, la gastronomía y el atletismo. El sexo es un mecanismo de reproducción para los hombres, como también
para los ciervos y los besugos; pero en los hombres produce otros muchos efectos, por ejemplo la poesía lírica y la institución matrimonial, que ni los ciervos ni los besugos conocen (no sé si por desgracia o por suerte para ellos). Cuanto más se separa el sexo de la simple procreación, menos animal y más humano resulta. Claro que de ello se derivan consecuencias buenas y malas, como siempre que la libertad está en juego... Pero de ese problema te vengo hablando casi desde la primera página de este rollo. 137 Lo que se agazapa en toda  esa obsesión sobre la «inmoralidad» sexual no es ni más ni menos que uno de los más viejos temores sociales del hombre: el miedo al placer.
Y como el placer sexual destaca entre los más intensos y vivos que pueden sentirse, por eso se ve rodeado de tan enfáticos recelos y cautelas. ¿Por qué asusta el placer? Supongo que será porque nos gusta demasiado. A lo largo de los siglos, las sociedades siempre han intentado evitar que sus miembros se aficionasen a darle marcha al cuerpo a todas horas, olvidando el trabajo, la previsión del futuro y la defensa del grupo: la verdad es que uno nunca se siente tan contento y de acuerdo con la vida como cuando goza, pero si se olvida de todo lo demás puede no durar mucho vivo. La existencia humana ha sido en toda época y momento un juego peligroso y eso vale para las primeras tribus que se agruparon junto al fuego hace millares de años y para quienes hoy tenemos que cruzar la calle cuando vamos a comprar el periódico. El placer nos distrae a veces más de la cuenta, cosa que puede resultarnos fatal. Por eso los placeres se han visto siempre acosados por tabúes y restricciones, cuidadosamente racionados, permitidos sólo en ciertas fechas, etc.: se trata de precauciones sociales (qué a veces perduran aun cuando ya no hacen falta) para que nadie se distraiga demasiado del peligro de vivir.
Por otro lado están quienes sólo disfrutan no dejando disfrutar. Tienen tanto miedo a que el placer les resulte irresistible, se angustian tanto pensando lo que les puede pasar sí un día le dan de verdad  gusto al cuerpo, que se convierten en calumniadores profesionales del placer. Que si el sexo esto, que si la comida y la bebida lo otro, que si el juego lo de más allá, que si basta de risas y fiestas con lo triste que es el
mundo, etc.
Tú, ni caso. Todo puede llegar a sentar mal o servir para hacer el mal, pero nada es malo sólo por el hecho de que te dé gusto hacerlo. A los calumniadores profesionales del placer se les llama «puritanos». ¿Sabes quién es puritano? El que asegura que la señal de que algo es bueno consiste en que no nos gusta hacerlo. El que sostiene que siempre tiene más mérito sufrir que gozar (cuando en realidad puede ser más meritorio
gozar bien que sufrir mal). Y lo peor de todo: el puritano cree que cuando uno vive bien tiene que pasarlo mal y que cuando uno lo pasa mal es porque está viviendo bien. Por supuesto, los puritanos se consideran la gente más «moral» del mundo y además guardianes de la moralidad de sus vecinos. No quiero ser xagerado, aunque suelo serlo, pero yo te diría que es más «decente» y más «moral» el sinvergüenza corriente que el
puritano oficial. Su modelo suele ser la señora de aquel cuento... ¿te acuerdas? Llamó a la policía para protestar de que había unos chicos desnudos bañándose delante de su casa.

La policía alejó a los chicos, pero la señora volvió a llamar diciendo que se estaban bañando (desnudos, siempre desnudos) un poco más arriba y que seguía el escándalo. Vuelta a alejarlos la policía y vuelta a protestar la señora. «Pero señora -dijo el inspector-, si los hemos mandado a más de un kilómetro y medio de distancia...» Y la puritana contestó, «virtuosamente» indignada: « ¡Sí, pero con los gemelos todavía sigo
viéndoles!»

Como a mi juicio el puritanismo es la actitud más opuesta que puede darse a la ética, no me oirás ni una palabra contra el placer ni por supuesto intentaré de ningún modo que te avergüences, aunque sea poquito, por el apetito de disfrutar lo más posible con cuerpo y alma. Incluso estoy dispuesto a repetirte con la mayor convicción el consejo de un viejo maestro francés que mucho te recomiendo, Michel de Montaigne: «Hay que retener con todas nuestras uñas y dientes el uso de los placeres de la vida, que los años nos quitan de entre las manos unos después de otros.» En esa frase de Montaigne quiero destacarte dos cosas. La primera aparece al final de la  recomendación y dice que los años nos van quitando sin cesar posibilidades de gozo por lo que no es prudente esperar demasiado para decidirse a pasarlo bien. Si tardas mucho en pasarlo bien, terminas por pasar de pasarlo bien... Hay  que saber entregarse al saboreo del presente, lo que los
romanos (y el un poco latoso profe-poeta de El club de los poetas muertos) resumían en el dicho carpe diem. Pero esto no quiere decir que tengas que buscar hoy todos los placeres sino que debes buscar todos los placeres de hoy. Uno de los medios más seguros de estropear los goces del presente es empeñarte en que cada momento tenga de todo y que te brinde las satisfacciones más dispares e improbables. No te obsesiones con meter a la fuerza en el instante que vives los  placeres que no pegan; procura más bien encontrarle el guiño placentero a todo lo que hay. Vamos: no dejes que se te enfríe el huevo frito por esforzarte a contracorriente en conseguir una hamburguesa ni te amargues la hamburguesa ya servida porque le falta ketchup... Recuerda que lo placentero no es el huevo, ni la hamburguesa,  ni  la  salsa,  sino  lo  bien  que  tú  sepas disfrutar con lo que te rodea.

Lo cual me lleva al principio de la cita de Montaigne que antes te puse, cuando habla de aferrarse con uñas y dientes «al uso de los placeres de la vida». Lo bueno es usar los placeres, es decir, tener siempre cierto control sobre ellos que no les permita revolverse contra el resto de lo que forma  tu existencia personal. Recuerda que hace bastantes páginas, con motivo de Esaú y sus lentejas recalentadas, hablamos de la
complejidad de la vida y de lo recomendable que es para vivirla bien no simplificarla más de lo debido. El placer es muy agradable  pero tiene una fastidiosa tendencia a lo excluyente: si te entregas a él con demasiada generosidad es capaz de irte dejando sin nada con el pretexto de hacértelo pasar bien. Usar los placeres, como dice Montaigne, es no permitir que cualquiera de ellos te borre la posibilidad de todos los otros y que ninguno te esconda por completo el contexto de la vida nada simple en que cada uno tiene su
ocasión. La diferencia entre el «uso» y el «abuso» es precisamente ésa: cuando usas un placer, enriqueces tu vida y no sólo el placer sino que la vida misma te gusta cada vez más; es señal de que estás abusando el notar que el placer te va empobreciendo la vida y que ya no te interesa la vida sino sólo ese particular placer. O sea que el placer ya no es un ingrediente agradable de la plenitud de la vida, sino un refugio para escapar de la vida, para esconderte de ella y calumniarla mejor...

A veces decimos eso de «me muero de gusto». Mientras se trate de lenguaje figurado no hay nada que objetar, porque  uno de los efectos benéficos del placer muy intenso es disolver todas esas armaduras  de rutina, miedo y trivialidad que llevamos puestas y que a menudo nos amargan más de lo que nos protegen; al perder esas corazas
parecemos «morir» respecto a lo que habitualmente somos, pero para renacer luego más fuertes y animosos. Por eso los franceses, especialistas dedicados en esos temas, llaman al orgasmo la petite mort, la muertecilla... Se trata de una muerte para vivir más y mejor, que nos hace más sensibles, más dulce o fuertemente apasionados. Sin embargo, en otros casos el gusto que obtenemos amenaza con  matarnos en el sentido más literal e irremediable de la palabra. O mata nuestra salud y nuestro cuerpo, o nos embrutece
matando nuestra humanidad, nuestros miramientos para con los demás y para con el resto de lo que constituye nuestra vida. No voy a negarte que haya ciertos placeres por los que pueda merecer la pena jugarse la vida. El «instinto de conservación » a toda costa está muy bien pero no es más que eso: un instinto y los humanos vivimos un poco más allá de los instintos o si no la cosa tiene poca gracia. Desde el punto de vista del médico o del acojonado profesional, ciertos placeres nos hacen daño y suponen un peligro, aunque
para quienes tenemos una perspectiva menos clínica sigan siendo muy respetables y considerables. Sin embargo, permíteme que desconfíe de todos los placeres cuyo principal encanto parece ser el «daño » y el «peligro » que proporcionan. Una cosa es que te «mueras de gusto » y otra bastante distinta que el gusto consista en morirse... o al menos en ponerse « a morir ». Cuando un placer mata, o está siempre -para darte gusto- a punto de matarte o va matando en ti lo que en tu vida hay de humano (lo que hace tu existencia
ricamente compleja y te permite ponerte en el lugar de otros)... es un castigo disfrazado de placer, una vil trampa de nuestra enemiga la muerte. La ética consiste en apostar a favor de que la vida valga la pena ya que hasta las penas de la vida valen la pena. Y valen la pena porque es a través de ellas como podemos alcanzar los placeres de la vida, siempre contiguos -es el destino- a los dolores. De modo que si me das a elegir obligadamente entre las penas de la vida y los placeres de la muerte, elijo sin duda las primeras... ¡precisamente porque lo que me gusta es disfrutar y no perecer! No quiero placeres que me permitan huir de la vida, sino que me la hagan más intensamente grata.

Y ahora vine la pregunta del millón: ¿cuál es la mayor gratificación que puede darnos la vida? ¿Cuál es la recompensa más alta que podemos obtener de un esfuerzo, una caricia, una palabra, una música, un conocimiento, una máquina, o de montañas de dinero, del prestigio, de la gloria, del poder, del amor, de la ética o de lo que se te ocurra? Te apuesto que la respuesta es tan sencilla que corre el riesgo de decepcionarte: lo máximo que podemos obtener sea de lo que sea es alegría. Todo cuanto lleva a la alegría
tiene justificación (al menos desde un punto de vista, aunque no sea absoluto) y todo lo que nos aleja sin remedio de la alegría es un camino equivocado. ¿Qué es la alegría? Un «sí » espontáneo a la vida que nos brota de dentro, a veces cuando menos lo esperamos.
Un «sí» a lo que somos, o mejor, a lo que sentimos ser. Quien tiene alegría ya ha recibido el premio máximo y no hecha de menos nada; quien no tiene alegría -por sabio, guapo, sano, rico, poderoso, santo, etc. que sea- es un miserable que carece de lo más importante.
Pues bien, escucha: el placer es estupendo y deseable cuando sabemos ponerlo al servicio de la alegría, pero no cuando la enturbia o la compromete. El límite negativo del placer no es el dolor, ni siquiera la muerte, sino la alegría: en cuanto empezamos a perderla por determinado deleite, seguro que estamos disfrutando con lo que no nos conviene.
Y es que la alegría, no sé si vas a entenderme aunque no logro explicarme mejor, es una experiencia que abraca placer y dolor, muerte y vida; es la experiencia que definitivamente acepta el placer y el dolor, la muerte y la vida.
El arte de poner el placer al servicio de la alegría, es decir, a la virtud que sabe no ir a caer del gusto en el disgusto, se le suele llamar desde tiempos antiguos templanza. Se trata de una habilidad fundamental del hombre libre pero no está muy de moda: se la quiere sustituir por la abstinencia radical o por la prohibición policíaca. Antes que intentar usar bien algo de lo que se puede usar mal (es decir, abusar), los que han nacido para robots prefieren renunciar por completo a ello y, si es posible, que se lo prohíban desde fuera, para que así su voluntad tenga que hacer menos ejercicio. Desconfían de todo lo que les gusta; o, aún peor, creen que les gusta todo aquello de lo que desconfían. « ¡Que no me dejen entrar en  un bingo, porque me lo jugaré todo! ¡Que no me consientan probar un porro, porque me convertiré en un esclavo babeante de la droga!» Etc. Son como esa gente que compra una máquina que les da masajes en la barriga para no tener que hacer flexiones con su propio esfuerzo. Y claro, cuanto más se privan a la fuerza de las cosas, más locamente les apetecen, más se entregan a ellas con mala conciencia, dominados por el más triste de todos los placeres: el placer de sentirse culpables. Desengáñate: cuando a uno le gusta sentirse «culpable», cuando uno cree que un placer es más placer auténtico si resulta en cierto modo «criminal», lo que se está pidiendo a gritos es castigo... El mundo está lleno de supuestos «rebeldes» que lo único que desean en el fondo es que les castiguen por ser libres, que algún poder superior de este mundo o de otro les impida quedarse a solas con sus tentaciones.
En cambio, la templanza es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar. A quien te diga que los placeres son "egoístas" porque siempre hay alguien sufriendo mientras tú gozas, le respondes que es bueno ayudar al otro en lo posible a dejar de sufrir, pero que es malsano sentir remordimientos por no estar en ese momento sufriendo también o por estar disfrutando como el otro quisiera poder disfrutar. Comprender el sufrimiento de quien padece e intentar remediarlo no supone más que interés por que el otro pueda gozar también, no vergüenza porque tú estés gozando. Sólo alguien con muchas ganas de amargarse la vida y amargársela a los demás puede llegar a creer que siempre se goza contra alguien. Y a quien veas que considera «sucios» y «animales» todos los placeres que no comparte o que no se atreve a permitirse, te doy permiso para que le
tengas por sucio y por bastante animal. Pero yo creo que esta cuestión ha quedado ya suficientemente clara, ¿no?
 Vete leyendo...
 «Lo que el oído desea oír es música, y  la prohibición de oír música se llama obstrucción al oído. Lo que el ojo desea es ver belleza, y la prohibición de ver belleza es llamada obstrucción a la vista. Lo que la nariz desea es oler perfume, y la prohibición de oler perfume es llamada obstrucción al olfato. De lo que la boca quiere hablar es de lo justo e injusto, y la prohibición de hablar de lo justo e injusto es llamada obstrucción al
entendimiento. Lo que el cuerpo desea disfrutar son ricos alimentos y bellas ropas, y la prohibición de gozar de éstos se llama obstrucción a las sensaciones del cuerpo. Lo que la mente quiere es ser libre, y la prohibición a esta libertad se llama obstrucción a la naturaleza» (Yang Chu, siglo III d.C.).
 «El vicio corrige mejor que la virtud. Soporta a un vicioso y tomarás horror al vicio.
Soporta a un virtuoso y pronto odiarás a la virtud entera» (Tony Duvert, Abecedario
malévolo). 143
 «La moderación presupone el placer; la abstinencia, no. Por eso hay más abstemios
que moderados» (Lichtenberg, Aforismos).
«La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por
nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos
esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física,
mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a
su manera que obligándole a vivir a la manera de los demás» (John Stuart Mill, Sobre la
libertad).


1
 Fernando Savater, Etica para Amador, Ariel. 136

martes, 15 de enero de 2013

UN CUENTO SOBRE ADOLESCENTES



UN CUENTO SOBRE ADOLESCENTES

 EL DESPERTAR SEXUAL DE LA ADOLESCENCIA




Por Elina Orozco y Ana Sobral – Ushuaia – Tierra del Fuego
Participantes del Curso de Formación en Sexualidad Humana de AASES
Este cuento relata las peripecias de Jose, una chica que podría ser cualquiera, de cualquier EGB3, de cualquier provincia, de cualquier país de Latinoamérica. Jose, solamente una chica.
Jose -….ma! me voy!, nos juntamos con las chicas en el lugar de siempre!
Mamá -¿a qué hora venís?
Jose – no sé, te llamo o mando un mensajito, chau.
Salí de casa como siempre, corriendo no sé porqué, salude a Nick que persistentemente estaba ladrando al gato del vecino. Antes de cerrar la puerta de la cerca pensé, …traigo el celular, los auriculares, plata para el ciber, el delineador negro, brillo labial,…., sí está todo, no necesito nada más. Cerré el cierre de la campera y salí caminado en sentido contrario al viento, era frío y pegaba como afilados cuchillos en mi cara.
Ya en la esquina de 25 de Mayo y San Martin estaban las chicas, mis amigas de siempre y del cole, me gusta pasar tiempo con ellas. Cada una de ellas tiene algo, por ejemplo Ceci, que como siempre estaba con un novio, Yesi con ropa nueva e histeriquiando con todos, hasta con las chicas, Malala, escuchando la cumbia que le copié esta semana, y los chicos a los que no les conozco el nombre. Bueno, si, a Leo claro que lo ubico y conozco, le pasé mi facebook y fotolog, pero todavía no ha entrado, él me cae bien. Muy bien. Me gustaría que me acepte en el chat para conocernos mejor. A mi mamá no le gusta porque dice que se le ven los calzoncillos, pero así es como se usan ahora los pantalones, …..no entiende nada. Yo espero a salir de casa para bajarme los míos y que se vea el elástico de la sol y oro, queda buenísima!
Y si, estuvimos mucho tiempo ahí, ¿Qué hacíamos?, no sé. Creo que nada. Pero esta bueno estar ahí todos juntos. Los varones compraron unas cervezas, y se las tomamos entre todos, o mejor dicho, las tomaron, yo hice como que tomaba, la verdad es que no me gusta las lo que tenga alcohol, pero me da vergüenza decir que no me gusta o que no quiero. Y esta vez, cuando Leo me paso la cerveza me dijo: – por la tarde chateamos.
No supe qué decir, y solo hice el gesto que sí con la cabeza y se fue.
Lo que sí me hizo pensar un poco es que las chicas me joden con que no puedo seguir siendo virgen, la verdad que el tema me da miedo. Además, no me gusta hablarlo delante de los chicos que no conozco, van a pensar que soy media rara o que tengo alguna enfermedad. Pero la verdad es que no he tenido un novio oficial, o un amigo para el privilegio. También pienso ¿y si duele?, ¿si la vieja se entera?, ¿y mi papá? Sí que me mata, pero ¿dónde lo haría?, Ceci dice que el baño del boliche, ahí está bueno, pero me da vergüenza, nos pueden ver, a pesar de ser un lugar bien oscuro, pero tengo otra cosa en mente, deseo que sea diferente, no sé cómo, pero diferente. Ceci dice que le doy muchas vueltas que soy una mamona, es más, soy la única que aún es virgen del grupo, y hasta me están mirando con cara rara. No me gusta que las chicas me hablen así, menos delante de ellos.
Otra de las chicas como Laly han hecho apuestas, 2 pintas que sí esta noche!, y en el mismo boliche lo hicieron, fue más fácil de lo que se piensa dijo, pero cuando le pregunté si le gusto, se quedó pensando, y salió con otra cosa, el chico fue cualquiera, el del chat de la semana, de ese que creyó estar enamorada porque también le gusta el reguetón, los perros y tienen el mismo celular, hasta que lo conoció en la calle y se dio cuenta de que es medio petizo, y que se yo ,…. no muy copado, en el chat era diferente., me dijo. Y después no lo vio más.
-Entra al chat pero me hago la mensa. Me dijo hace unos días.
Maju, lo hizo en el auto de Luis, claro que ellas estaba re enamorada y tenía una relación súper seria, él chico ya conoce a la madre porque estaba en el partido de jockey cuando la vieja la llevo un sábado. Además, este pibe es re serio, y muy maduro para su edad, fuma desde los 13 y no le dice a sus viejos a qué hora vuelve a la casa. En el cole los viejos de él le dijeron:
- vos sabrás si te quedas de año! Y él la lleva re bien, decide que rinde y que no rinde, y cuando se quedó de año fue por culpa de la de matemática.
Ellos llevaban tres semanas de novio cuando Maju le dijo que sí, antes no se animó claro, ella no es ninguna putita!. Yo la respeto porque lo re pensó, y está enamorada, bien enamorada. Esta todo el día en el chat con el pibe o mandándose mensajitos. Hasta le conto cuándo le vino y él pibe le guardó un toallita en el bolsillo de su campera. ¡Es un pibe tan maduro!, con él se puede hablar de verdad!. A mí me gustaría saber que Leo es capaz de ser maduro como Hora. La semana pasada escuche que Leo decía que se va al norte a estudiar cuando termine el cole. Aun no sabe qué estudiar, pero sabe que quiere hacer algo y los viejos lo apoyan. Es de una buena familia, lo sé porque vi el auto en el que viene al cole y además todos los años de va de vacaciones.
Leo me cae muy bien, y se ve diferente a los demás. Hasta dijo que cuando esta solo no toma, sólo cuando esta con otros pibes y no es ningún careta.
Esa misma tarde Leo entró al chat.
Leo – hola, ¿qué haces?
Jose – nada, ¿hiciste la tarea de lengua?
Leo – no, esa vieja de hija de p….., no me aprobó el práctico.
Jose – ¿qué te falto?
Leo – dice que estaba incompleto y que lo tengo que volver a hacer.
Jose- ¿cómo te va en salud?
Leo -re bien, yo ya sé todo. Esa vieja habla pero debe hacer años que no tiene sexo, ¿viste la cara que tiene?
Jose – a mi me gustó escucharla
Leo – vos porque sos ¡¡¡¡virgen!!!!!!!
Jose – chau me tengo que ir.
Leo – ¿mañana nos vemos?
Aquella palabra me cayó tan mal. Virgen, ¿es un defecto?, ¿Por qué todos me lo echan en cara?, ¿Por qué se meten?, ¿también él se burlaba de esto? Esto era ¡lo peor¡ Leo es igual a todos los demás, yo había pensado que era diferente, pero ¡no! son todos iguales, se burlan y me critican. Yo saqué el comentario de la vieja de salud porque me gustó lo que dijo de la tasa de fertilidad en las chicas de nuestra edad, me pareció muy novedoso, ¿pero? No le di pie para que se burle. Lo odio, sí, lo odio, y mañana no lo voy a saludar, no le voy a pasar las cosas de lengua que ya tengo hechas. Porque pensé en ayudarlo, pero él, igual que todos los demás sólo piensan en una sola cosa.
Salí de mi habitación sin notar que dejaba la luz prendida y me senté a comer con mis viejos y mi hermanito menor. Suerte que todos miraban la tele y ninguno hablaba, estaba Tinelli y nadie me vio a la cara, se hubieran dado cuenta de mi enojo que se manifestaba en cada célula de mi rostro.
-¿comés postre?
- no, me voy a mi cuarto.
Al otro día por la mañana llegué temprano al cole, dejé mi mochi y me junté con las chicas. Ceci tenía cara de preocupación y se la veía muy alterada. ¿En qué andan? –pregunté.
Malala me dijo que a Ceci no le venía. Lleva 2 días de atraso y está asustada. En ese momento sentí el privilegio en el que yo vivía ya que no tenia de que preocuparme, ni siquiera sabia mis fechas. Pero luego la cara de desesperación de Ceci me trajo a la realidad y vi como una lagrima se le escapaba.
Jose – ¡Quedate tranqui ¡ dos días no son nada, hay que esperar!
Ceci – ¿Y vos que sabéis?, ¿O nos has estado mintiendo todo este tiempo?
¿Cómo?, ¿Cómo mi amiga podía pensar que le mentía?, Ellas serían las primeras en saberlo cuando llegara el momento y decidiera tener relaciones con alguien. ¿Y no haber tenido relaciones no me permite hacer comentarios? Sólo quería que se relaje y se sienta mejor.
Las otras chicas le bajaron los decibeles a la conversación. Ceci se secó los ojos, se retocó los ojos con el delineador. Tocó el timbre y comenzaron a izar la bandera.
Durante el izamiento a la bandera pensaba que bueno es seguir sin tener relaciones. Ceci está tan preocupada, que seguro no recuerda lo bien que la pasó durante. Ahora, si es que está embarazada, no puede hacer nada. No quiero estar cerca cuando la madre se entere. La va a matar.
Ahí estaba Leo, ¿se habrá dado cuenta de mi enojo? ¿Entenderá que se desubicó? La mañana transcurrió como cualquiera y Leo no dio señales ni de una ni de otra.
Como todos los martes llegó la hora de salud, y la profe entro al curso saludando amablemente. El tema de hoy: “Introducción al estudio del aborto como un problema de salud pública”. El tema se presentaba entretenido como todos, ….el 39,95% del total de muertes maternas en Argentina son a causa de complicaciones de abortos inducidos…., con respecto a Ushuaia se sabe que los nacimientos en madres adolescentes se distribuyen de la siguiente forma: 38% en madres de 14 a 17 años y 62% de 18 a 19 años, no registrándose nacimientos en menores de 14 años. En tanto que se ha visto estos valores incrementados para Río Grande. (Datos reales según estadísticas provinciales)
Alumnos – ¿es un “problema” que una chica quede embarazada? ¿No se está tratando al embarazo como una enfermedad? ¿No tenemos derecho las adolescentes a querer tener hijos?
La profe – No, el embarazo no es una enfermedad, por supuesto, es un privilegio llevar a un hijo en el vientre, pero una chica joven o un varón, de la edad de ustedes no están en condiciones económicas, ni físicas. El 26% de las chicas repiten el año y muchas otras abandonan los estudios, además no pueden continuar sus estudios fuera de la provincia y demás cosas. También involucra a los varones, quienes pasan por las mismas dificultades.
Alumnos – Ustedes los adultos hablan de embarazo adolescente como si fuera algo negativo, una enfermedad.
La profe – Un embarazo es algo maravilloso si estas en condiciones de llevarlo adelante, si tenés el acompañamiento de tu pareja, de tus padres, una obra social para que a la madre y al bebe no le falten nada. Un hijo es el proyecto más importante que una persona puede emprender, es la prolongación de uno mismo. Es la mejor forma de trascender y hay que pensar en las necesidades de otro ser, un bebe que necesitará de abrigo, de ambos padres, afecto, contención, y tantas otras como cualquier personita indefensa, ¿cómo te sentirías si no pudieras darle a tu hijo todo lo que necesita? ¿Cómo te sentirías si no pudieras cubrir tampoco tus necesidades?
En ese momento miré hacia atrás y vi que Leo escuchaba con mucha atención todo lo que la profe decía. Esa actitud me gustó y me olvidé del enojo de la noche anterior.
Ceci – conozco una amiga que tiene dos días de atraso, ¿quiere decir que está embarazada?
La profe – No, dos días no es suficiente, pero si una chica está con un atraso y tuvo relaciones usando preservativo, no tendría de que preocuparse. El problema es si ha tenido relaciones sin protección, lo que significa que sí puede estar embarazada y que además ha estado expuesta a contagiarse infecciones de transmisión sexual. Recuerden siempre que no deben tener relaciones sexuales sin protección, no importa a qué altura del ciclo estén, nunca sin protección porque estarán expuestos, mujeres y varones, a infecciones de transmisión sexual y entre ellas, al Sida que aún no tiene cura.
Malala – yo conozco a muchas amigas que no se han cuidado y no pasó ¡nada!
La profe – ¿Cómo sabes que no contrajo una enfermedad?
Malala – porque se sienten bien.
La profe – eso no significa que no se contagiaron de alguna enfermedad. La manera de saberlo es yendo al médico y hacerse análisis específicos Ginecólogo.
Cuando la profe terminó de decir esto, mire a Ceci a la cara y pude ver y sentir el terror por el que estaba pasando, pobre, pero yo no podía ayudar mucho. ¿Dónde estaba su novio que no está preocupado junto a ella? ¿Sería el que conoció en el chat? ¿Cuántos días más tendría que esperar?
Esa tarde estuve encerrada en mi habitación y no tenía ganas de ver a nadie, ni de hablar con nadie, me sentía mal. ¿Era una angustia?, ¿temor?, no sé, pero en la boca del estomago se sentía horrible. No prendí la compu ni cargué el celu.
Días después nos juntamos como siempre en la esquina, para hacer nada. Pero me sorprendió verla a Ceci re bien, y con novio nuevo, o al menos yo no lo conocía.
Jose – ¿Y, te vino?
Ceci – sí, al cuarto todo bien!
Malala – vieron, no pasa nada, es sólo un atraso. No hay que preocuparse, y lo que dice la vieja de salud es sólo para darnos miedo y que no cojamos, claro, ¡como ella!
Todos se echaron a reír, también los chicos. Ahí estaba Leo, pero lo vi más distante, no participaba. Minutos después de retiró, pero antes me dijo:
- Nos vemos en el chat
- Si claro.
Esa tarde, en mi habitación me encontré con Leo. Me moría de ganas de estar con él. Con la compu como intermediaria, así era mucho más fácil.
Leo – ¿Estás ahí?
Jose – Si. ¿q onda?
Leo – Nada.
Jose – ¿Levantaste la nota de lengua?
- No, la dejo para marzo.
- ………?
- ¿?
- ¿te gustan los animales? Yo tengo un perro ovejero que se llama Nick.
- Si me gustan y conozco a tu perro, lo vi en tu ksa.
- Conoces mi ksa?
- Si, le pregunte a las chicas, y me contaron más cosas de vos.
- Q?
- Te gusta Miranda, la cumbia, los chocolates.
- ¿d q signo soy?
- No sé. ¿es eso importante? Yo de tauro.
- Yo soy de cáncer, somos re lunáticas porque nos rige la luna.
- Ahhhhh ¿???????
- ¿Por qué le preguntaste a las chicas de mi?
- Me caes bien y tenía curiosidad. Me gustás.
- A mí también me gustaría saber de vos.
- Nos encontramos mañana de nuevo en el chat?
- Dale
- Chauchi
-
Esto sí que no me lo esperaba, él se había fijado en mí. ¿Por qué las chicas no me habían dicho nada? Me sentía super, re contenta y entusiasta. Decir que había mariposas en la boca del estomago era poco. Como esperar hasta mañana era todo un tema, hubiera seguido chateando toda la noche. – me gustás!, eso sonaba una y otra vez en mi cabeza, que lindo era eso! Se me ocurrían miles de escenario y él siempre diciendo lo mismo: Me gustás. ¿Qué sería lo que le gustaba de mí? , mi pelo, los ojos, la nariz, mmmm. Entré a google y busque “signos del zodíaco”
Características de tauro: sincero, tierno, dulce, romántico y súper fieles. Sus zonas sensibles: el cuello. El color favorito: azul, compatibilidad con otros signos: ella cáncer y él tauro son 100% compatible,…. sí lo sabía, entre nosotros hay algo, los astros están de nuestro lado. La verdad es que Leo me gusta, ¿pero?, ¿cómo se lo digo? ¿Qué le digo?, ¿él sería la persona con quien me acostaría por primera vez? ¿Sería él capaz de guardar secretos o se lo contaría a otros para después reírse de mí?
Al siguiente día en el colegio todo parecía normal. Yo sentada en el primer banco y Leo en la fila del fondo. La mayoría de las chicas en el medio y los profes siempre adelante custodiando el orden. No tenía materias preferidas, ninguna me gustaba más gustaba que otra, pero si no me lleva a rendir ninguna, me iba de vacaciones a casa de mis abuelos dos meses completos y además me daban plata para que gastara en mis cosas y eso sí que me gustaba. Además, no hay que ser un genio para aprobar, con escuchar lo que dicen en clases sobra para aprobar. Leo parecía más vago, seguro que es muy inteligente, pero no le interesa estudiar porque está en otras cosas más importantes.
Ese día Laly faltó. Llevaba varios días sin venir y eso me preocupó porque le había dado las hojas con la tarea de tecnología y no me la había devuelto.
A media mañana, después del recreo teníamos salud, yo sentía onda con la profe. Llegó como siempre, valija en mano, saludo a todos y dijo: – hoy vamos a hacer el cofre!, sé que les gusta, así es que empezaremos con eso y después veremos algo más que les traje.
El cofre era lo que más les gustaba a todos, en un papel y de forma anónima se escriben las dudas o las preguntas sobre las que querés saber, se guardan en un sobre (el cofre) y ellas las va sacando de a una, las lee en voz alta y explica o comenta para todos. Casi siempre preguntan lo mismo: sexo oral, sexo oral, y más sexo oral.
Habíamos comenzado con esto, cuando vino la directora y llamo a la profe fuera del salón. Las pude ver hablar en el pasillo y note que se trataba de algo serio, muy serio. La directora no gritaba como siempre y estaba muy preocupada. La profe de salud se agarraba la cara y meneaba su cabeza. Hablaron un buen rato. El curso aprovechó para empezar con cualquiera. Comenzó a volar una cartuchera y muchos se pusieron los auriculares que colgaban del cuello para escuchar música.
Minutos después la profe entró con la cara sacada, era obvio, algo muy grave había pasado. Entró, se paró en el frente y su sola actitud bastó para que todos se callaran y le prestaran atención. Lentamente se fueron sentando cada uno en su lugar y hubo un silencio casi desconocido.
La profe – tengo que decirles algo. ¿Alguien sabe porque no está viniendo Laura a clases?
Nadie contesto, estaba preguntando por Laly.
Malala – ¿Laly?
La profe – sí, Laly.
El silencio continuó y nadie dijo saber nada. La profe avanzó diciendo: La Directora Sarrieta me acaba de avisar que Laly está internada muy grave en el Hospital. En este momento está peleando por su vida y los pronósticos son reservados.
- ¿Qué quiere decir eso?
- Que no se sabe si va a sanarse. No se sabe si va a vivir.
El silencio fue más profundo todavía. Nadie se atrevía a preguntar más a pesar de tener preguntas para hacer. La profe continuó explicando: – la encontraron en el baño de la casa del padre, ya estaba inconsciente en un mar de sangre. Junto a ella una aguja de tejer también manchada de sangre.
Cada vez entendía menos, ¿Qué tenía que ver una aguja de tejer?, mire a la cara a la profe y entendió mi pregunta.
La profe – al parecer o mejor dicho, se intentó un aborto. O mejor dicho, se laceró ella misma para perder un embarazo. ¿Alguien sabía que Laly estaba embarazada?
Silencio como respuesta.
La profe – sí, se lastimó con la aguja de tejer y cuando la encontró su papá ya estaba inconsciente y casi sin pulso. En el hospital tuvieron que operarla para detener las hemorragias y tuvieron que extirpar su útero. Está muy grave y no ha despertado todavía. La cirugía ha sido ayer y no responde, aún está en terapia intensiva. No vayan al hospital porque no se puede recibir visitas en las terapias.
Esta noticia nos dejó a todos aterrados, ¿Laly embarazada? ¿Por qué no dijo nada? ¿Cómo no pidió ayuda? ¿Cómo fue capaz de clavarse ellas sola? ¿Cómo habrá sufrido para llegar a esto? ¿Y si muere? ¿Y si nunca puede tener hijos? ¿Qué hacía en la casa del padre si esta semana le tocaba la casa de la madre? ¿De dónde sacó la aguja?
Las preguntas daban vuelta en mi cabeza y me sentía aturdida. Las chicas comenzaron a llorar. Malala estaba completamente descontrolada, el mismo miedo y la culpa se habían apoderado de ella. El timbre tocó pero nadie se fue al recreo. También la profe se quedó con nosotros y nadie salió ni al baño. Algunos comenzaron a mandar mensajitos y otros se quedaron como yo, paralizados. Pude ver a Leo que también estaba con los ojos muy grandes y pálidos. Nos encontramos en la mirada y se vino hasta donde yo estaba y me abrazó. Fue lo que faltaba, y ahí en sus brazos comencé a llorara, estaba aterrada. Toda la situación me parecía espantosa. Sentía mucho miedo y más miedo. Miedo a lo que me imaginaba y a todo.
Maju se abrazo a su novio y juntos comenzaron a llorar, no sé si era por Laly o por miedo de pasar por lo mismo. Por miedo de aquellas veces que no fueron cuidadosos con el uso del forro o solamente miedo.
El timbre para entrar del recreo tocó. La profe de matemáticas llegó y detrás de ellas la directora de nuevo. Habló con la profe de salud. Y vimos como le explicaban a la de matemáticas lo que había pasado. Al rato la profe de matemáticas se retiró con la directora y la de salud se quedó con nosotros en el curso. Trató de contener a algunas de las chicas que estaban llorando más desbordadas, yo me quedé con Leo en silencio, creo que él también estaba asustado porque no dijo nada pero su cara era perturbación.
El tiempo pasó, y lentamente todos nos fuimos calmando. Leo me miró a los ojos y me dijo: -¿estás bien?, sí, respondí, ya con la cara seca y la respiración normalizada. Abrió sus brazos y se fue a su banco.
El timbre volvió a sonar y esta vez era para irnos a casa. Con las chicas y algunos de los chicos acordamos ir al hospital para verla o saber de Laly.
Cuando llegamos vimos a la madre fumando en la puerta con su nuevo marido y al padre en el pasillo hacia la terapia intensiva. Entramos en patota y nos pidieron que nos fuéramos, o que nos quedáramos afuera o en el hall frío. La madre nos miraba como culpándonos, era odio lo que había en sus ojos. ¿Pero? ¿Qué habíamos hecho nosotros? Ni sabíamos que estaba embarazada.
Fue una semana interminable, Laly en coma y en la terapia intensiva. Nosotros, sus compañeros. Ya no sabíamos qué decir y nada podíamos hacer. Y en el hospital no nos dejaban entrar, no nos querían, según ellos hacíamos ruido!
Fue recién al noveno día que llegué como siempre temprano al cole y las puertas estaban cerradas y un cartel decía: CERRADO POR DUELO.
Eso fue un baldazo de agua fría, a pesar que sabíamos que era posible. No quiero contar lo que vino después aquel ventoso y nevoso día.
Los días pasaron, creo que casi un mes. Mi carpeta de tecnología ahora estaba incompleta. Aquellas hojas que le preste a Laly nunca me las devolvió y no me las devolvería.
Durante ese mes, creo que nos pusimos de novio con Leo, no me dijo: -¿querés ser mi novia?, un día solo me beso y yo sin darme cuenta ni vergüenza lo acepté. Fue agradable. Muy agradable. Era muy suave y dulce.
Ya era común que nos vieran juntos abrazados o de la mano. Hasta vino un día a casa a terminar un práctico de lengua. Mi mamá me miraba con complicidad y mi viejo lo miraba con recelo, pero creo que le caía bien. Aquel día también tomamos la merienda con mi hermano.
Creo que llevábamos un mes de novios. A mí sólo me dejaban ir una vez por mes al boliche y ya había ido con Leo.
Ahora, cuando nos juntábamos con el grupo a hacer nada en la esquina de siempre, aprovechábamos para besarnos y estar tan juntos como podíamos. Estábamos tanto tiempo junto que ya no podíamos chatear. De a poco fuimos descubriendo cosas del uno y del otro. El olor de su piel y su calor ya me eran casi necesarios. Además, era tan callado frente a los demás, pero cuando estábamos solos era capaz de hablar por horas. Me gustaba escucharlo y saber de sus proyectos que eran varios. Siempre hablábamos del futuro, casi nunca del pasado que parecía no existir.
Jose – ¿tuviste muchas novias antes de conocer me?
Leo – no, no muchas. ¿vos?
- Sabés que no, ¿Por qué preguntás?
- Me gusta saberlo.
- Pero vos no me contestás. ¿Con cuantas chicas antes has estado? O mejor dicho, ¿a cuántas chicas le has hecho el amor?
- ¿hasta hoy? ¿contando la última?
- Sí, dale no te hagas el tarado ¡contéstame, siempre que pregunto das miles de vueltas y no me decís nada. Dijimos que seríamos siempre honestos y que nunca nos mentiríamos, ¿te acordas?
- Sí que me acuerdo. Es que no sé cómo decirlo.
- Es sólo un número, decilo y listo. ¡No me pongas ansiosa¡
- La verdad es que nunca le hice el amor a ninguna chica. Siempre ha sido algo importante para mí y no quería que sea como con mi hermano que la paso muy mal con una mucho mayor que él que lo humilló. Por eso entiendo lo que se siente cuando los que se dicen tus mejores amigos se burlan de vos porque sos virgen. Mis amigos creen que he tenido relaciones con una novia de las vacaciones pero no es verdad. Mentí para que no me molesten como lo hacían con vos.
Aunque desde que pasó lo que pasó con Laly, todo el grupo es diferente. Ya no me divierte juntarnos y estar con los chicos. Voy porque a vos te gusta.
- Mentira, yo tampoco disfruto de estar con el grupo, la muerte de Laly cambió todo, incluso Malala se cambió del colegio, creo que se sintió con culpa porque ella siempre decía que no pasa nada, que ella no se cuidaba y no pasaba nada, bueno a ella no pero a Laly sí.
- ¿entonces nunca estuviste con una chica?
- Ya te dije que no. Sabés, mi hermano mayor me contó que a él lo apuró muy mal una vieja de 35 no supo qué hacer, se dejó llevar por ellas. Pero fue tan bestia que antes que él pudiera aceptar ya lo estaba masturbando. Pero, imagínate si decía que no quería, la mina pensaría que era trolo, homosexual. Entonces no dijo nada, pero se sintió humillado y fue como una violación. A él le gustaba la mina, pero dice que no es fácil desnudarte, conocer una piel, un olor nuevo, y nada más. El siempre me enseñó, y mis papas también, que lo mejor es hablarlo antes y planearlo con una persona a la que querés y que te quiera y te respete también. Que pueda esperar tus tiempos y escuche tus necesidades.
- ¿Hablás de esto con tus papas?
- Si, obvio. Claro que es más fácil con mi hermano mayor, es una masa!!!!
- Entonces, ¿Sos virgen también? ¿para los hombres se dice también así?
- Sí, claro. Yo me reservo para vos. Lo haremos cuando vos quieras en un buen lugar. Me gustaría que fuéramos al médico primero, podemos ir con mi hermano, si vos queres.
- No, si vamos, vamos solos.
La conversación fue más profunda que las de costumbre y me llenó de alivio. Ahora entiendo porque Leo nunca me presiono, incluso cuando nos hemos quedado solos cuidando a mi hermano, él fue muy lento y lo más fue tocarme los pechos. Me encanto saber que no tenía experiencia. Me gusto saber que él lo planeaba conmigo porque sólo piensa en mí. Si, el horóscopo lo dijo, los taurinos son muy románticos, sinceros y fieles. Leo era el mejor. Me sentí en un sopor que me envolvió por completo, una electricidad desconocida me corría por la espalda, y era como estar borracha, si era como estar casi borracha, pero sin haber tomado nada.
Esa noche cuando me acosté en mi cama cerré los ojos pensando en él y confundí la tibieza y suavidad de las sabanas con las de su cuerpo, sólo faltaba el olor de su desodorante. Deseaba tanto estar a su lado!!! Me sentía de verdad enamorada, ¡esto es el amor¡
Los días seguían pasando, ya no nos juntábamos con los chicos del grupo. Disfrutábamos más estar solos. Casi siempre en mi casa y mis viejos no le decían nada. Hasta veía los partidos con mi viejo en el sillón, eso sí que era especial.
Una mañana en el cole me dijo: te traje algo especial!
- ¿Qué es?, contame.
- No, ahora no. Después del cole te lo doy.
- ¿Es grande?
- no chico, pero es para algo grande.
-
Me llenó de dudas pero no me quedaba otra que esperar.
Cuando salimos, fuimos a mi casa a comer con mi vieja y cuando estuvimos un momento solos saco del bolsillo una pequeña cajita, yo ya las conocía y eran forros.
- Y esto es para mí?
- Sí, mi hermano dice que tenemos que conocerlos bien y saberlos usar.
- De eso te ocuparás vos!, no, nos ocuparemos los dos. Mi hermano dice que con su novia juegan con ellos y así es como que es parte de todo y hasta divertido mientras hacen el amor.
- Suena bien, pero son, son, pegajosos!!!!!
- Si, tienen algo para matar a los espermatozoides.
- Esta bueno, y que hacemos con esto ahora?
- Nada lo tiramos, pero mejor lo tiro en mi casa, no acá.
Al otro día me regaló un osito rosa, era hermoso, era el regalito del cumple mes, ya hacía 4 meses que nos besábamos todos los días, durante varias horas a veces. Cada día que pasaba nos sentíamos mejor, más confiados y más. Ya me había atrevido a besar su cuello y me gustaba rascar su espalda por debajo del buzo. Una noche mientras nos besábamos sentí como su pene crecía y no me asuste. O mejor, al principio, fue raro, pero él estaba divino como siempre y olía espectacular. Era adorable, era como un perrito tierno para acariciar, no podía dejar de tocarlo, besarlo, acariciarlo de nuevo, olerlo y ya quería más. Su respiración se aceleraba y también la mía. Todo lo que estaba a nuestro alrededor desapareció de golpe. Éramos solo él y yo. Y disfrute que estuviéramos solos. Mis manos avanzaron, también las suyas. Saco mi remera. Yo su camisa. Tomo mi mano y la metió en su pantalón. Así estuvimos buen rato hasta que mojo su pantalón. Su respiración se calmó y volvimos a acomodarnos la ropa. Prendimos la tele y para cuando llegó mi mamá todo parecía como que no había pasado nada. De todos modos no la miré a los ojos.
Creo que fue 3 o 4 semanas después cuando nos animamos a quitarnos toda la ropa. Trabamos la puerta de mi habitación. Continuamos besándonos como sabíamos, era tan bueno en eso!
Las cosas se fueron dando, de a poco. La respiración se aceleraba, pero con paciencia. Nuestras manos iban despacio pero certeras. Y así es como si supiéramos, sin sentir vergüenza ni presiones, nos entregamos al amor del uno y del otro.
Así fue como ambos hicimos el amor, porque nos amábamos y ambos comenzamos una nueva etapa de nuestras vidas. Comenzamos nuestra vida como adultos que se abren al futuro. A uno nuevo y dichoso.
Esa noche Jose colgó en su blog la foto de su una rosa, no era un pimpollo, sino una hermosa rosa llena de vida, esa tarde se había convertido en mujer!

FIN

NOTA:  ES IMPORTANTE SEÑALAR QUE LOS RESPONSABLES EN HABLAR DE ESTOS TEMAS Y OTROS SON LOS PADRES DE FAMILIA, EN LA ESCUELA LOS PROFESORES HACEN LOS REFUERZOS CORRESPONDIENTES Y LOS ADOLESCENTES SON LOS QUE DEBEN PONER EN PRÁCTICA SUS VALORES CON ACCIONES POSITIVAS QUE LES PERMITAN VIVIR CON PLENITUD Y AMOR.

domingo, 6 de enero de 2013

UNA BUENA VIDA


Toda mi vida viví con mi abuelo y siempre lo admiré. Vivíamos en el campo y teníamos una vida sencilla y hermosa. Mi abuelo siempre había sido un referente para mi, desde niño. Su fuerza, su alegría, su tesón. La manera en la que encaraba las cosas, desde las más importantes, hasta las aparentemente nimias.Un día mi abuelo dijo basta y nadie, excepto yo, lo entendió.

Era fuerte, optimista, generoso y trabajador, muy trabajador. Era un buen hombre que le daba a la vida lo mejor que tenía y la vida le devolvía ese favor de transitarla con alegría, dándole salud y el amor de una familia que lo adoraba. Le gustaba sentarse a la sombra de un árbol y mirar su campo y sus animales.

Muchas veces, sus nietos nos sentábamos con él bajo la sombra de su árbol amado y escuchábamos sus historias, siempre entretenidas, siempre aleccionadoras.
Crecí con él y aprendí a conocerlo y a entenderlo, incluso más de lo que yo creía. Amaba ver a mi abuelo todas las tardes sentarse a la sombra de su árbol, que en parte, sólo en parte, también yo sentía propio.

Un día como todos y como ninguno, mi abuelo permaneció más tiempo que el habitual sentado bajo su árbol. Me llamó la atención porque miraba todo de un modo diferente y sentí que era un día distinto. No me equivocaba.

Recorrió con su mirada todo aquello que alcanzaba su vista, pero mucho más aún. Estaba mirando con el corazón, no sólo con sus ojos. Puso sus manos en el césped para ayudarse a levantarse y al tiempo que se incorporaba, dijo en voz alta. “fue una buena vida” y se retiró a su cuarto. Nunca jamás se levantó.

Mi padres estaban muy preocupados y muchos médicos vinieron a ver al abuelo que no parecía tener síntoma alguno de enfermedad. ¿Por qué no se levantaba? ¿Por qué no quería hablar? Parecía dormido y no lo estaba. Estaba cansado, muy cansando.

-Habrá que internarlo para hacerle los estudios que correspondan-dijo el último médico que vino a verlo.
Y mi abuelo habló:
-No quiero ir a ningún lado, déjame aquí por favor-dijo a mi madre.
-¡Imposible! Debemos ver qué tienes. Por algo no te levantas, así no puedes seguir.
Mi abuelo cerró los ojos y mi madre cerró la puerta de su cuarto, dispuesta a llamar a la ambulancia.
-¡No lo hagas!-le dije.
-¿Por qué no lo haría? Tu abuelo está enfermo, morirá si no lo internamos.
-El abuelo no está enfermo, sólo está cansado. Morirá igual si lo internamos.
-No entiendo-dijo mi madre.
-Me doy cuenta –contesté y le conté lo que había visto aquella última tarde que mi abuelo se sentó a la sombra del árbol.
- Es ridículo ¿qué me quieres decir, que se cansó de vivir?-preguntó mi madre entre sorprendida y enojada.
-¿Y si así fuese?-contesté.

Mi madre me miraba como si yo hubiese enloquecido y creo que, nunca, jamás me sentí más cuerdo y con más razón en mi vida.

-Tiene noventa años, déjalo ya. Tuvo una vida hermosa y la vivió a pleno ¿Qué más quieres qué haga? No tiene más fuerzas.
-No voy a ayudarlo a morir –gritó mi madre que seguía sin entender mi postura y por sobre lo que sentía mi abuelo.
Yo tampoco quería ayudarlo a morir, la vida y la muerte son cosas de Dios, no nos competen. Lo que sí quería era entender qué nos estaba queriendo decir.
No era descabellado pensar que mi abuelo sentía que todo lo había hecho y que quisiera descansar ya. Su vida había sido buena, había trabajado y había visto los frutos de ese trabajo. Había amado, criado hijos, cuidado nietos. Había conocido todas las etapas que esta vida nos puede dar, niñez, juventud, madurez y vejez y las había transitado todas con amor y con felicidad.

Había sufrido también, lo suficiente como aprender de ese sufrimiento. Se había equivocado más de una vez, y había podido enmendar sus errores. La vida no le debía nada y él tampoco a ella. Estaban en paz, uno con el otro. Si él sentía que ya era tiempo de partir, sin dudas que así lo era.
Lo encomendé al Señor, sería mejor que entre ellos dirimieran la cuestión. Era un asunto de ellos dos y como siempre se habían llevado bien, no dudé que llegarían a un acuerdo. Mi madre no soltó el teléfono que tenía en su mano, pero antes de llamar a la ambulancia entramos nuevamente en su habitación.

Mi abuelo ya descansaba en paz, su expresión me decía que entre el Señor y él habían llegado a un acuerdo y que evidentemente Dios también consideró que ya mi abuelo tenía que ir a su encuentro. Y yo me quedé en paz, sabiendo que había cumplido su voluntad, que había terminado sus días en su hogar, rodeado de su familia.
Desde la ventana de su cuarto se veía su árbol. Seguramente antes de partir mi abuelo se había despedido de él y una vez más habría pensando que la suya, sin duda alguna, había sido una buena vida.
Fin